A menos de una semana del arranque del Giro de Italia 2025, el ciclismo profesional se estremece con una noticia inesperada: la sorpresiva salida de Caleb Ewan del equipo Ineos Grenadiers. En un deporte donde la planificación milimétrica es clave, la renuncia de un velocista de primer nivel altera profundamente la estrategia de una de las escuadras más potentes del pelotón internacional, y deja muchas preguntas sin resolver.
Ewan, con apenas 30 años, decidió colgar la bicicleta tras una carrera marcada por su explosividad en los embalajes y por momentos brillantes en los grandes escenarios del ciclismo mundial. Su retiro no solo deja un vacío físico en las alineaciones, sino también simbólico: el de un ciclista que, aunque breve en Ineos, parecía haber encontrado un nuevo aire en su carrera profesional.
La escuadra británica, acostumbrada a construir proyectos sólidos alrededor de grandes figuras como Geraint Thomas, Egan Bernal o Tom Pidcock, ahora enfrenta un cambio de planes forzado. La ausencia de Ewan deja sin un rematador puro en las etapas llanas del Giro, lo que podría obligar a un rediseño de objetivos en la carrera rosa, que históricamente ha sido terreno fértil para velocistas agresivos como él.
En su corta etapa con Ineos, Ewan alcanzó a mostrar destellos de su talento. La victoria en la primera etapa de la Coppi e Bartali y el triunfo en Lodosa, durante la Vuelta al País Vasco, confirmaban que aún tenía piernas para competir al más alto nivel. Por eso su decisión ha sorprendido a propios y extraños. No había señales claras de declive ni rumores de conflicto dentro del equipo. Más bien, parecía encaminado a disputar con ambición las llegadas masivas del Giro.
Las razones detrás de su salida siguen sin explicarse a fondo. Se habla de agotamiento mental, de la presión constante del alto rendimiento, y de la dificultad de adaptarse a la estructura táctica de Ineos, un equipo más volcado históricamente al control del pelotón que a los sprints. Sin embargo, son versiones sin confirmación oficial. El silencio del propio Ewan, más allá del comunicado escueto en el que agradece al equipo, aumenta la incertidumbre.
Para Egan Bernal y el resto de la plantilla, este terremoto representa una distracción inoportuna. El Giro es, para muchos, la oportunidad de redención de un Ineos que busca recobrar el protagonismo perdido frente a escuadras como UAE Emirates o Jumbo-Visma. La salida de Ewan obliga a redefinir el libreto de carrera y podría afectar la moral interna, justo en la antesala de una de las pruebas más exigentes del calendario.
Más allá del golpe deportivo, lo ocurrido plantea una reflexión sobre el desgaste emocional que enfrentan los ciclistas profesionales. No se trata solo de piernas, sino de mentes que viven bajo presión constante, entre concentraciones, entrenamientos extremos y expectativas que no siempre permiten margen para el error o la pausa. Caleb Ewan, al elegir dar un paso al costado, recuerda que detrás del atleta hay una persona que también se cansa, que también busca sentido.
Mientras los directores técnicos ajustan sobre la marcha su estrategia para el Giro, y el mundo del ciclismo asimila la noticia, una cosa es clara: el ciclismo moderno, en su espectacularidad, también deja poco espacio para la fragilidad humana. La decisión de Ewan, lejos de ser un fracaso, podría ser una de las más valientes de su carrera. Y en ese gesto silencioso, hay una lección que resuena con fuerza en medio del bullicio de los cronómetros y los trofeos.