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Miércoles, 14 de Mayo de 2025

San Félix incomunicado: la noche en que la lluvia se volvió río

La montaña, que tantas veces es refugio y paisaje, se convirtió anoche en amenaza. Las lluvias intensas que han azotado al Valle de Aburrá en los últimos días cobraron protagonismo en la vía que conecta a Bello con el corregimiento de San Félix. Una avenida torrencial, repentina e implacable, arrastró lo que encontró a su paso: postes de energía, árboles, barro, y hasta dos vehículos que fueron engullidos por la furia del agua.

El incidente, que se presentó en el sector de Chachafruto, sobre la vía conocida como La Banca, puso en vilo a toda una comunidad. El torrente, alimentado por la sobresaturación del terreno y los cauces naturales desbordados, no solo destruyó parte de la vía, sino que puso en grave riesgo la vida de decenas de personas. Fueron 24 los residentes que, en medio de la noche, debieron ser rescatados por los organismos de emergencia.

Los bomberos de Bello, en articulación con la Defensa Civil y personal de gestión del riesgo, protagonizaron un operativo contra reloj. Entre charcos, barro y oscuridad, lograron poner a salvo a familias que vieron cómo sus viviendas eran rodeadas por el lodo. No se reportaron víctimas fatales, pero el susto fue hondo y las pérdidas materiales, considerables.

Lo ocurrido no es un hecho aislado, sino un síntoma reiterado. Cada temporada de lluvias revive los mismos puntos críticos y las mismas preguntas: ¿qué tanto hemos aprendido de emergencias pasadas?, ¿por qué las obras de mitigación son eternamente anunciadas pero rara vez terminadas?, ¿cuánto más deben esperar las comunidades rurales para ser protegidas de verdad?

San Félix, por su ubicación y topografía, ha sido históricamente vulnerable a estos fenómenos. Pero hoy, con el cambio climático intensificando eventos extremos, el riesgo ya no es una posibilidad: es una certeza. Las precipitaciones que antes duraban minutos ahora se prolongan por horas, y el suelo —ya sin capacidad de absorción— simplemente colapsa.

La vía, cerrada de forma preventiva mientras se evalúan los daños, deja también incomunicada a una zona con vocación agrícola, turística y de alto valor ecológico. Muchos habitantes dependen de este corredor para abastecerse, para movilizar sus productos, para llevar a sus hijos al colegio. Hoy, esa arteria está rota, y con ella, la rutina de un corregimiento que sigue pidiendo atención.

Las alcaldías de Bello y Medellín han hecho un llamado a la precaución y anunciaron operativos de inspección en otras zonas de riesgo. Sin embargo, el problema no se resuelve con alertas, sino con inversión, planificación y voluntad política. Porque cada rescate exitoso es un alivio, sí, pero también una advertencia: la próxima vez, podríamos no tener tanta suerte.

La noche del 5 de mayo será recordada por quienes vivieron el estruendo del agua bajando por las montañas de San Félix. Pero lo que ocurra después —si se toman medidas reales o si todo vuelve a la indiferencia habitual— definirá si este fue solo un capítulo más o el inicio de un cambio largamente postergado.

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