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Viernes, 16 de Mayo de 2025

Pony Malta, la batalla por una identidad que galopa hasta Europa

Pocas marcas evocan tanta nostalgia entre los colombianos como Pony Malta. Presente en generaciones de loncheras, cumpleaños, campañas deportivas y comerciales icónicos, la bebida de malta de Bavaria no solo es un producto: es un símbolo de arraigo cultural. Sin embargo, esa identidad construida durante décadas enfrenta hoy una inesperada amenaza en suelo europeo. Al igual que Frisby, otra emblemática marca nacional, Pony Malta podría verse envuelta en una disputa por el uso exclusivo de su nombre e imagen en España.

El caso salió a la luz luego de que un ciudadano residente en Barcelona registrara ante la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) una marca que imita con precisión milimétrica la identidad visual de Pony Malta. No se trata solo del nombre: el diseño del caballo, la tipografía y hasta la paleta tricolor fueron replicadas casi al detalle. La estrategia, al parecer, responde a una práctica cada vez más común: registrar marcas extranjeras en Europa antes que sus dueños, aprovechando vacíos legales o demoras en la protección internacional.

Bavaria, actual propietaria de la marca, no tardó en reaccionar. Según confirmó la propia compañía, en diciembre del año pasado presentó una oposición formal ante la OEPM, basándose en el registro nominativo de “Pony Malta” en su poder. No obstante, el problema va más allá del procedimiento legal. Este episodio vuelve a encender las alarmas sobre la fragilidad con la que muchas marcas latinoamericanas operan en mercados internacionales, sin contar con una protección robusta de su propiedad intelectual.

La situación pone en evidencia una vulnerabilidad estructural: muchas empresas, incluso las más consolidadas, no anticipan el valor que sus marcas pueden tener fuera del país. En el caso de Pony Malta, la expansión de su identidad a nuevas geografías podría verse truncada por maniobras de terceros que actúan con rapidez, pero sin legitimidad. Mientras tanto, la OEPM deberá analizar si el intento de registro en España constituye una infracción a derechos previos o si, por el contrario, abre la puerta a una coexistencia peligrosa para la marca original.

Este tipo de disputas no solo afectan a las compañías implicadas. También plantean preguntas de fondo sobre el alcance real de la legislación internacional en materia de marcas, y sobre qué tanto hacen los gobiernos latinoamericanos para proteger el capital intangible de sus empresas más reconocidas. En un mundo cada vez más interconectado, donde la identidad de una marca puede viajar más rápido que sus productos, los blindajes legales no son opcionales: son estratégicos.

Más aún cuando la reputación de una marca como Pony Malta está profundamente ligada al imaginario colectivo colombiano. Su uso indebido o manipulado en otro país no solo afecta a Bavaria, sino a todo un país que ha convertido ese producto en un símbolo de infancia, energía y tradición. ¿Qué pasaría si un consumidor europeo asociara ese caballo galopante a un producto ajeno, de dudosa calidad o sin ningún vínculo con Colombia?

La batalla legal apenas comienza, pero el precedente está marcado. Marcas como Juan Valdez, Ramo, Postobón o Súper de Alquería deberían tomar nota: lo que está en juego no es solo una etiqueta, sino la capacidad de las empresas colombianas de controlar su narrativa más allá de sus fronteras. Y esa narrativa, como ha demostrado Pony Malta, no se improvisa: se construye con tiempo, afecto y consistencia.

Por ahora, la defensa de la bebida de malta ante la OEPM será una carrera de fondo. Pero si algo ha demostrado Pony Malta a lo largo de su historia es que, al igual que su emblemático caballo, sabe galopar fuerte cuando enfrenta obstáculos. Y esta vez, el terreno no es solo legal. Es cultural.

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