En una ciudad donde la creatividad florece incluso entre las montañas, Medellín le apuesta este año a unas vacaciones escolares más inclusivas, más alegres y, sobre todo, más accesibles. Bajo el lema “Colores al Parque”, Metroparques ha lanzado una ingeniosa estrategia para invitar a las familias a disfrutar del tiempo libre sin salir de la ciudad y sin desfondar el bolsillo. La propuesta: vestir el color de la semana y acceder a descuentos de más del 50 % en la entrada a los parques públicos más emblemáticos del Valle de Aburrá.
Del 4 de junio al 18 de julio, entre martes y viernes, los visitantes que lleguen al Parque Norte o al Aeroparque Juan Pablo II luciendo una prenda superior con el color correspondiente a cada semana, podrán acceder a tarifas promocionales. La entrada, que normalmente es mayor, quedará en $20.700 para el primero y $10.400 para el segundo, con acceso ilimitado a las atracciones mecánicas y acuáticas. Una manera inteligente de conjugar recreación, pertenencia y economía familiar.
Más allá del ahorro, la iniciativa invita a la ciudad a pintarse de alegría. El juego cromático —que iniciará con el rojo, seguirá con el naranja, el amarillo, el verde, el azul y cerrará con el morado— propone una experiencia compartida, en la que la ropa se convierte en boleto y la identidad colectiva en celebración. “Queremos que nuestros parques se vistan de color y creatividad”, señaló Milton Vasco, gerente de Metroparques, en una declaración que resume el espíritu del proyecto.
No se trata de cualquier descuento, ni de una campaña pasajera. En una Medellín aún marcada por las tensiones económicas y sociales de la post pandemia, ofrecer espacios seguros, accesibles y simbólicamente potentes, es una declaración de principios. Es, también, una forma de hacer pedagogía ciudadana desde la recreación. Al fin y al cabo, un niño que juega, una familia que ríe, una comunidad que se reencuentra, son actos políticos en el mejor sentido del término.
La Alcaldía de Medellín respalda la propuesta como parte de su apuesta por el turismo local y el esparcimiento cultural. En medio de los múltiples desafíos que enfrenta la administración pública, mantener abiertos y vivos los escenarios de recreación es fundamental para una ciudad que busca reconciliarse consigo misma, desde el barrio hasta el parque, desde la prenda de vestir hasta la experiencia compartida.
La mecánica es simple, pero no por ello menos potente: vestir una camisa, camiseta, blusa, saco, blazer o chaqueta del color asignado (no valen gorras ni accesorios) será suficiente para activar el beneficio. Y todas las tonalidades son válidas, siempre y cuando el color predomine. Una apuesta por la inclusión visual, por la flexibilidad y por ese toque lúdico que Medellín sabe incorporar como pocas ciudades latinoamericanas.
En tiempos donde las pantallas digitales dominan el ocio infantil, estos espacios invitan al movimiento, al encuentro físico, al goce del aire libre y del juego en comunidad. El Parque Norte, con sus montañas rusas, y el Aeroparque Juan Pablo II, con sus piscinas gigantes, se convierten en centros de encuentro intergeneracional, en zonas francas de estrés, en territorios de descanso y reencuentro.
Así, entre el rojo que abre la temporada y el morado que la cierra, Medellín se reafirma como una ciudad que entiende que las vacaciones no son un lujo, sino un derecho. Y que la creatividad, esa que tanto caracteriza a su gente, también puede ser política pública. Una ciudad que se organiza para que todos puedan jugar, sin importar el color… pero esta vez, celebrándolo.