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Jueves, 22 de Mayo de 2025

El costo de denunciar: la historia de María del Pilar Rodríguez y las presiones del quinterismo 

Durante años, María del Pilar Rodríguez caminó sola con una verdad incómoda sobre los hombros. Lo que comenzó como una denuncia por presiones indebidas a contratistas en la Alcaldía de Medellín terminó convirtiéndose en una batalla de resistencia institucional, marcada por silencios, demoras y, finalmente, un fallo que sacude los cimientos del proyecto político que lideró el exalcalde Daniel Quintero.

“Ustedes saben que esto es un proyecto de Daniel Quintero”, fue la frase que escuchó más de una vez mientras se movía en el ambiente tenso de las contrataciones públicas, donde lo técnico y lo político se cruzaban con demasiada frecuencia. La denuncia, presentada hace casi cuatro años, relataba cómo funcionarios exigían aportes para campañas afines al entonces alcalde, utilizando la figura de contratos de prestación de servicios como peaje político.

El fallo de la Procuraduría, que destituyó e inhabilita por más de 10 años a tres exfuncionarios de alto nivel —el ex secretario Juan Pablo Ramírez y los ex subsecretarios Juan Daniel Pulgarín y Fredy Alonso Agudelo—, fue recibido con sorpresa por Rodríguez, no por su contenido, sino porque durante mucho tiempo creyó que su voz no sería escuchada. El dictamen, de casi 350 páginas, se convierte hoy en una suerte de reivindicación, aunque aún está pendiente la decisión de segunda instancia.

La denunciante no oculta su desencanto con el papel que jugaron algunas instituciones locales. “Fue muy malo el trabajo que la Personería pasada hizo sobre mi queja”, sostiene, refiriéndose a la administración de William Yeffer Vivas, que decidió archivar la denuncia sin agotar las líneas de investigación. Solo la llegada de nuevos liderazgos en la Procuraduría permitió que el expediente tomara fuerza y se desarrollara una labor de contraste documental y testimonial sería.

Pero si la Procuraduría cumplió, la Fiscalía, dice Rodríguez, ha sido otra historia. La lentitud del ente acusador en avanzar sobre una denuncia con sustento documental y relatos consistentes pone en evidencia los baches de un sistema que a menudo exige a los denunciantes no solo pruebas, sino una paciencia que raya en lo heroico. “La justicia llega, pero a veces demasiado tarde”, reflexiona, mientras espera que la apelación no eche por tierra lo que considera una victoria parcial.

El caso toca una fibra delicada: la mezcla entre contratación estatal y financiación política. Lo denunciado no es un episodio aislado, sino parte de un entramado que podría repetirse, con distintos rostros, en otras administraciones del país. La figura del contratista como financiador forzado de proyectos políticos pone en jaque los principios de la meritocracia y la transparencia, pilares de un Estado moderno.

Daniel Quintero, por su parte, ha mantenido silencio frente al fallo. Sin embargo, el eco de su nombre atraviesa el expediente como un telón de fondo inevitable. El proyecto político que lideró, con promesas de renovación, transparencia y lucha contra la corrupción, se ve hoy comprometido por las prácticas que supuestamente combatía. La caída de sus hombres de confianza pone en entredicho no solo su liderazgo, sino la ética de su administración.

María del Pilar Rodríguez no buscaba notoriedad. Su testimonio nace del hastío, no del protagonismo. Hoy, con parte de la verdad reconocida en un fallo disciplinario, se enfrenta a otro desafío: lograr que esa decisión se mantenga y que las autoridades judiciales asuman su rol con la firmeza que el país necesita. Porque si al final denunciar sigue teniendo más costos que resultados, el mensaje para los corruptos será claro: el silencio sigue siendo su mejor cómplice.

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