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Miércoles, 21 de Mayo de 2025

William Vélez: el ingeniero que construyó un imperio a pulso y con alma paisa 

La muerte de William Vélez, ocurrida a los 82 años en Medellín, no solo marca la partida de un empresario notable, sino también el cierre de un capítulo emblemático del emprendimiento antioqueño. Ingeniero de formación, comerciante por instinto y visionario por convicción, Vélez levantó desde los cimientos un conglomerado que redefinió el negocio de los servicios públicos en Colombia: el Grupo Ethuss.

Vélez, oriundo de San Pedro de los Milagros y egresado de la Universidad Pontificia Bolivariana, falleció tras una caída accidental mientras esperaba atención médica. Fue un final silencioso para un hombre cuya vida estuvo marcada por una disciplina inquebrantable, una ética de trabajo férrea y una ambición que no conoció límites. En su historia personal se mezclan los ingredientes clásicos del relato empresarial paisa: escasez, trabajo duro, visión de largo plazo y, sobre todo, persistencia.

Su trayectoria comenzó en las carreteras del departamento, recorriendo pueblos con un camión modelo 55 cargado de repuestos eléctricos. Así se ganó la vida al inicio, pero también así cultivó el conocimiento del terreno y la intuición del mercado. Cinco años después, en una Medellín aún textilera, fundó Termotécnica Coindustrial, dedicada al mantenimiento industrial, especialmente para gigantes como Coltejer y Fabricato. Aquello fue solo el primer peldaño de una escalera que no dejaría de escalar.

En 1969 nació Eléctricas de Medellín Ingeniería y Servicios, empresa que sería el corazón de lo que luego se consolidaba como el Grupo Ethuss, un gigante con presencia nacional en sectores como infraestructura, energía, gestión de residuos y acueductos. La solidez técnica de sus proyectos fue su carta de presentación ante gobiernos y empresas privadas por igual. Lo suyo no fue el ruido, sino los resultados.

Uno de sus últimos y más comentados movimientos fue la compra del paquete accionario de la empresa de servicios públicos de Barranquilla, Triple A, en un proceso de saneamiento liderado por la Sociedad de Activos Especiales (SAE). Con ello, Vélez demostró que su olfato empresarial seguía intacto incluso en los últimos años de su vida. Donde otros veían riesgos, él encontraba oportunidades. Era, ante todo, un lector agudo de las dinámicas económicas del país.

Pese a la magnitud de su emporio, Vélez nunca fue un personaje mediático. Prefería las reuniones técnicas a los micrófonos, los balances contables a las tribunas. Su legado no se medirá en entrevistas ni en titulares, sino en los kilómetros de redes eléctricas tendidas, en las plantas de tratamiento construidas y en la infraestructura que hoy funciona gracias a sus empresas. Fue un hombre de obras, no de discursos.

Hoy, cuando Colombia enfrenta desafíos monumentales en la gestión de sus servicios públicos, el vacío que deja William Vélez es más que simbólico. Representa la desaparición de una figura empresarial que, sin atajos ni padrinazgos, logró construir un modelo propio de negocio, basado en la ingeniería, el riesgo calculado y la apuesta por el largo plazo. En tiempos de inmediatez, su historia es un recordatorio de que el éxito verdadero rara vez es repentino.

Con su muerte, Medellín pierde a uno de sus industriales más discretos pero más eficaces. Y el país, a un hombre que creyó en el trabajo como forma de construir nación. William Vélez no fue simplemente un empresario; fue un hacedor de país. Que su legado inspire a las nuevas generaciones a construir con honestidad, con técnica y con propósito.

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