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Domingo, 11 de Mayo de 2025

Francesco Acerbi: el hombre que le ganó dos veces al cáncer y ahora desafía a la historia en la Champions

El fútbol, ese escenario donde la gloria y el drama se entrelazan, encuentra cada tanto historias que trascienden los estadios y las estadísticas. La de Francesco Acerbi, defensor del Inter de Milán, es una de esas epopeyas que se escriben con dolor, coraje y una resiliencia que ni la enfermedad ni el tiempo pudieron doblegar. A los 37 años, Acerbi no sólo juega su mejor fútbol: también protagoniza una gesta que emociona al deporte y lo humaniza.

Hace una década, Acerbi parecía destinado a ser uno más en la larga lista de talentos que se apagan sin llegar a su plenitud. El cáncer, cruel e imprevisible, golpeó dos veces su cuerpo. Primero en 2013, cuando apenas comenzaba a consolidarse en la Serie A, y luego ese mismo año, en una recaída que hizo temer lo peor. Pocos futbolistas han regresado al nivel élite después de un diagnóstico así. Acerbi no solo volvió: lo hizo más fuerte, más sabio y con una determinación feroz que se refleja hoy en su rostro sereno y en su juego sobrio pero decisivo.

El pasado martes, en el mítico San Siro, Acerbi se transformó en héroe improbable. Con el Inter al borde de la eliminación y el Barcelona a un paso de celebrar, el defensor italiano se lanzó al ataque con el alma. Corría el minuto 93 y los catalanes acariciaban la final, cuando un rebote fortuito, una asistencia improvisada de Dumfries y el olfato de Acerbi tejieron el milagro. Con una definición digna de un delantero, empató el partido y forzó una prórroga que se resolvería a favor del Inter con gol de Frattesi. El zaguero había marcado su primer tanto en competiciones europeas, pero lo hizo en el momento más trascendental de su carrera.

Lo de Acerbi no es solo una historia de superación médica: es también una reivindicación del profesionalismo, de la perseverancia silenciosa. Nunca fue el más rápido ni el más mediático. No necesitó tatuajes ni escándalos para construir su legado. Su fútbol, como su vida, ha sido una batalla constante contra lo que parecía imposible. Y ahora, con el Inter en la final de la Champions, se convierte en símbolo de una generación que se resiste a rendirse, que sabe que aún hay gloria para los que no bajan los brazos.

En tiempos donde las portadas suelen estar dominadas por los talentos precoces y las transferencias millonarias, la historia de Acerbi devuelve al fútbol su dimensión más humana. Su carrera no fue un ascenso meteórico, sino una escalada lenta y dolorosa. Pero a cada paso, Acerbi dejó una huella. No solo en la defensa de sus equipos, sino en el corazón de quienes ven en él la prueba viviente de que, incluso en los momentos más oscuros, es posible volver a levantarse.

En el vestuario del Inter, donde conviven jóvenes promesas y veteranos curtidos, Acerbi es un referente silencioso. No grita, no alardea. Pero cuando habla, todos escuchan. Su presencia en la final no es solo un logro deportivo: es una lección de vida. De que los sueños, cuando se persisten con dignidad, pueden cumplirse incluso cuando parece extinguirse.

Ahora, en la antesala del partido más importante de su carrera, Acerbi no busca revancha ni redención. Ya ganó su batalla más dura fuera del campo. Lo que viene es un premio, una página dorada que merece escribir con la misma serenidad con la que enfrentó al cáncer, y con la misma pasión con la que, al minuto 93, desafió al destino y cambió la historia del Inter.

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