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Lunes, 28 de Abril de 2025

Bogotá le dice adiós al racionamiento de agua: una ciudad que aprendió a cuidar cada gota

Bogotá respira aliviada. Tras un año de restricciones, de cambios forzados en la rutina y de conciencia forjada a punta de sequía, este sábado 12 de abril se levanta oficialmente el racionamiento de agua. Así lo anunció el alcalde Carlos Fernando Galán, quien calificó la situación vivida como “la crisis de agua más grave en la historia de la ciudad”, pero también como una muestra de lo que puede lograr una ciudadanía comprometida.

Aquel mensaje, publicado en la mañana del viernes a través de su cuenta en la red X, no solo marcó el fin de una etapa difícil, sino también el reconocimiento a un esfuerzo colectivo. “Gracias al compromiso de toda la ciudad, la crisis ha terminado. A partir del sábado se levanta el racionamiento de manera permanente”, escribió el mandatario. Atrás quedan los días de planificación por turnos, de baldes en la ducha y de lecciones urgentes sobre el valor de lo que parecía inagotable.

Según cifras entregadas por la Administración Distrital, el sistema de racionamiento permitió un ahorro de más de 46 millones de metros cúbicos de agua, lo que equivale a 18.625 piscinas olímpicas. Una cifra que por sí sola dimensiona el esfuerzo de hogares, comercios e industrias. No fue sencillo. Las incomodidades fueron muchas, pero el resultado fue contundente: evitar un colapso del sistema de acueducto y ganar tiempo vital para que los embalses recuperaran niveles aceptables.

La alerta se encendió a comienzos de 2024, cuando el embalse de Chingaza —responsable de abastecer a más del 70 % de Bogotá— empezó a registrar niveles históricamente bajos. La prolongada temporada seca, atribuida en gran medida al fenómeno de El Niño, fue un golpe directo al corazón hídrico de la capital. La administración Galán reaccionó con medidas técnicas y pedagógicas, en medio de críticas, resistencia y un evidente impacto en la calidad de vida.

Pero no todo fue pérdida. En medio de la crisis emergió una nueva cultura ciudadana. Bogotá, tan acostumbrada al derroche silencioso, comenzó a contar gotas, a reducir tiempos de ducha, a cerrar llaves con disciplina y a mirar con nuevos ojos un recurso al que se le había restado importancia. Hoy, con el servicio de agua normalizado a partir de las 8:00 a.m. del sábado, se abre la puerta para no olvidar lo aprendido.

Natasha Avendaño, gerente de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, subrayó que la recuperación no fue mágica ni automática. “La combinación entre ahorro sostenido, condiciones climáticas favorables en el último mes y una operación eficiente del sistema hizo posible este anuncio. Pero no podemos bajar la guardia. El agua sigue siendo un recurso limitado”, señaló.

El fin del racionamiento no significa, sin embargo, que la ciudad esté fuera de peligro. Expertos en gestión ambiental recuerdan que el cambio climático seguirá trayendo ciclos extremos y que las grandes urbes deben planificar desde ya un manejo hídrico más resiliente. “Esto debe ser una advertencia, no una anécdota”, dicen desde la academia.

Hoy Bogotá celebra. Lo hace con la esperanza de que cada gota que corra libre por sus tuberías sea también una gota de conciencia. Porque la verdadera victoria no es solo volver a abrir la llave sin miedo, sino volver a cerrarla por negligencia. La crisis quedó atrás. Pero la lección debe quedarse para siempre.

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