El escándalo de las apuestas ilegales que ya había estremecido los cimientos del fútbol italiano con las suspensiones de Sandro Tonali y Nicolò Fagioli, vuelve a sacudir la Serie A, esta vez con nombres de peso internacional: los argentinos Ángel Di María y Leandro Paredes están ahora oficialmente en la mira de la justicia italiana. Ambos, junto a una decena de futbolistas más, están siendo investigados por supuestamente haber participado en apuestas a través de plataformas clandestinas entre 2021 y 2023.
Según los informes revelados por las agencias italianas ANSA y AGI, las pesquisas iniciadas a partir del análisis de los teléfonos móviles de Tonali y Fagioli han arrojado nuevas evidencias que involucran no solo a jugadores activos de la Serie A, sino también a ex figuras que hoy militan en otros campeonatos. La lupa se posa ahora sobre exjugadores de la Juventus, como Di María y Paredes, que habrían incurrido en conductas similares, especialmente apostando en juegos como póquer y otros deportes no relacionados con el fútbol.
Aunque por ahora no hay indicios de que los argentinos hayan apostado en partidos propios, como sí sucedió con Tonali —quien fue sancionado con diez meses fuera de las canchas por haber jugado dinero en encuentros de sus propios equipos—, la investigación sigue su curso y podría derivar en consecuencias tanto deportivas como penales. La Federación Italiana de Fútbol (FIGC) ya ha advertido que tomará medidas disciplinarias si se comprueban las infracciones, lo que incluiría multas económicas e incluso suspensiones de varios meses.
El caso ha revivido un viejo fantasma en el calcio italiano, históricamente marcado por escándalos de apuestas y amaños. Lo que hace distinta esta situación es que se trata de apuestas no sobre partidos de fútbol, sino sobre juegos de azar ilegales, lo cual, en Italia, también constituye un delito. Además, se trata de figuras que aún conservan peso en el panorama internacional. Di María, campeón del mundo en Qatar 2022, y Paredes, uno de los hombres de confianza de Lionel Scaloni, son referentes de la albiceleste y su implicación tiene un fuerte eco mediático.
Junto a ellos, también han sido salpicados nombres como Weston McKennie y Mattia Perin, ambos vinculados a la Juventus; así como Raoul Bellanova (Atalanta) y Samuele Ricci (Torino). La profundidad del caso y la participación de jugadores en activo ha generado preocupación en los clubes, que temen no solo bajas deportivas, sino también daños reputacionales difíciles de reparar en una liga que aún intenta limpiar su imagen internacional.
La Fiscalía, por ahora, mantiene un tono prudente, pero los antecedentes no juegan a favor de los implicados. En el caso de Fagioli, se reveló que acumuló más de tres millones de euros en deudas debido a su adicción a las apuestas, lo cual empujó al joven futbolista a colaborar con la investigación en busca de una reducción de pena. Su testimonio fue clave para destapar la red y podría ser determinante para los próximos pasos judiciales.
Este nuevo capítulo del escándalo no sólo revive la discusión sobre los controles dentro del fútbol profesional, sino que también pone sobre la mesa el debate sobre la salud mental de los jugadores, muchos de los cuales caen en conductas compulsivas sin recibir apoyo oportuno. En un entorno de presión constante, fama y dinero, las apuestas aparecen como una válvula de escape peligrosa.
Italia, país con una de las ligas más históricas y apasionadas del planeta, vuelve a mirar de frente el riesgo de la autodestrucción. Las autoridades tienen la palabra. Y los jugadores, una deuda pendiente con el juego limpio. Porque la cancha no se puede ensuciar desde las sombras.