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Lunes, 28 de Abril de 2025

Nacional cae con dignidad en Porto Alegre: la otra cara de la derrota

En el fútbol, como en la vida, hay noches en las que ni el coraje alcanza. Atlético Nacional lo vivió en carne propia en el estadio Beira-Río, donde cayó 3-0 ante Internacional de Porto Alegre en un partido que dejó más preguntas que respuestas, más rabia que resignación. Porque más allá del marcador, lo que marcó la jornada fue el arbitraje de Felipe González, que con decisiones polémicas fue dibujando una historia torcida para el equipo paisa.

El conjunto dirigido por Javier Gandolfi saltó al campo con valentía. Sin complejos, enfrentó de tú a tú a uno de los favoritos del grupo y durante el primer tiempo logró controlar el ritmo, incomodar al rival y dar señales de una noche competitiva. Parecía que el libreto estaba claro y que, pese al contexto adverso, Nacional había viajado a Brasil a demostrar carácter. Pero la Copa Libertadores no se escribe solo con intenciones: a veces la justicia depende del silbato.

La primera polémica se desató con el penalti sancionado tras una barrida de William Tesillo. Aunque tocó balón, el árbitro chileno interpretó que también hubo falta. Penal. Alan Patrick, figura del encuentro, no perdonó desde los once metros. Ese gol no solo abrió el marcador: quebró el guión de un partido que hasta entonces había sido parejo y bien trabajado por Nacional.

Lo que vino después fue una cadena de infortunios. La expulsión de Marino Hinestroza, tras una acción discutible en la que el VAR intervino para endurecer la decisión inicial, desarmó emocional y tácticamente al equipo. El jugador salió sin entender el castigo, y sus compañeros empezaron a perder foco ante una justicia que parecía volverse selectiva. Luego, otro penalti, esta vez más cuestionable, terminó de sellar la caída. De nuevo Alan Patrick. De nuevo el VAR en silencio.

Con el 2-0 y un hombre menos, el equipo verdolaga entró en una espiral de frustración. La lesión de Juan Manuel Zapata en la primera parte había dejado una grieta, y las decisiones arbitrales terminaron por descomponer al grupo. El tercer gol, también de Alan Patrick, fue más consecuencia emocional que táctica. Un marcador abultado, sí, pero que no refleja el esfuerzo inicial de un equipo que intentó resistir en la adversidad.

La noche terminó aún más enrarecida con la expulsión del técnico Gandolfi, completando una fotografía que duele: derrota, polémica, lesiones y descontento. Pero incluso en medio del caos, hay enseñanzas que la Libertadores no deja de ofrecer. Este torneo, el más exigente del continente, no perdona errores, pero tampoco permite rendirse. Nacional debe aprender de esta caída sin perder el horizonte.

La buena noticia es que el calendario no da tregua y la oportunidad para levantarse llega pronto. Este domingo, el clásico ante Millonarios será más que un partido de rivalidad: será un examen de carácter. Luego vendrá el duelo ante Bahía en Brasil, una nueva prueba de fuego. Pero si algo ha demostrado este grupo, es que aún en la derrota, hay materia prima para competir.

La derrota en Porto Alegre no define una campaña, pero sí advierte que para sobrevivir en la Libertadores no basta con jugar bien. Hay que aprender a resistir, a adaptarse a lo inesperado y, sobre todo, a jugar con la convicción de que cada partido es una batalla contra más de un enemigo. El verde lo sabe. Y aunque el camino se haya emocionado, todavía hay copas para pelear.

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