En un nuevo episodio de tensiones dentro del Ejecutivo, el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, sorprendió al país al proponer la renuncia colectiva de todos los miembros del gabinete. Su llamado, hecho público a través de redes sociales, refleja la magnitud de la crisis que atraviesa el Gobierno tras la transmisión en vivo de las diferencias entre altos funcionarios.
“Propongo a las y los ministros, como lo hice sin suerte hace dos semanas, que renunciemos hoy para dejar en libertad al señor Presidente de hacer los cambios que él considere necesarios”, escribió Cristo, marcando un punto de quiebre en la actual administración. Su mensaje no solo evidencia la incertidumbre dentro del equipo ministerial, sino que también pone en jaque la estabilidad del Gobierno en esta fase decisiva de su mandato.
La inédita televisación del Consejo de Ministros, convocado por el presidente Gustavo Petro, dejó al descubierto profundas grietas en la Casa de Nariño. Las disputas por recientes nombramientos, especialmente los de Armando Benedetti como jefe de despacho y Laura Sarabia en la Cancillería, fueron el detonante de un debate tenso, con posturas irreconciliables dentro del círculo presidencial.
El ministro Cristo, pieza clave en la articulación política con el Congreso, no estuvo presente durante toda la sesión debido a problemas de salud, pero siguió atentamente el desarrollo de los acontecimientos desde la distancia. Según sus propias palabras, la jornada se convirtió en un “espectáculo lamentable” que no hace más que debilitar la imagen del Ejecutivo en un momento crítico.
Desde distintos sectores políticos, la propuesta de Cristo ha generado reacciones encontradas. Algunos la ven como una medida desesperada ante la falta de cohesión en el Gobierno, mientras que otros la interpretan como un llamado necesario para que el presidente tome decisiones drásticas y reorganice su equipo de trabajo. En cualquier caso, la sugerencia de una renuncia masiva coloca a Petro en una encrucijada: mantener a su gabinete actual con todas sus fracturas internas o realizar una reestructuración profunda que le permita retomar el control.
El episodio deja entrever una administración que, lejos de consolidarse en su recta final, enfrenta serios desafíos internos. La fractura en el gabinete podría repercutir en la gobernabilidad y en la capacidad de ejecución de los proyectos clave que restan en la agenda presidencial. La crisis no es menor, y sus efectos podrían sentirse no solo en la esfera política, sino también en la percepción ciudadana de la gestión gubernamental.
Mientras tanto, en los pasillos del poder se respira incertidumbre. ¿Responderá el presidente Petro con una renovación de su equipo o apostará por contener la tormenta con cambios menores? La decisión que tome en los próximos días será determinante para el rumbo de su administración y su legado político.
Lo cierto es que la imagen de unidad que intentó proyectar el Consejo de Ministros quedó hecha añicos en cuestión de horas. Más allá de los discursos y las explicaciones posteriores, la escena de una Casa de Nariño dividida ha quedado grabada en la memoria del país. Y con ello, la pregunta inevitable: ¿cuánto más puede resistir un gabinete fracturado?